La Reforma Protestante
Descubre la historia de la Reforma Protestante y su impacto en el cristianismo
La Reforma Protestante, liderada por Martín Lutero, fue un movimiento que desafió las prácticas de la Iglesia Católica Romana en el siglo XVI.
Aprende más sobre este momento histórico y su influencia en el cristianismo actual.
La Reforma Protestante, iniciada por Martín Lutero en 1517, fue un movimiento trascendental en la historia de la Iglesia cristiana y Europa, marcando profundos cambios religiosos, culturales y sociales. Aquí tienes un resumen de los sucesos históricos que llevaron a este evento y los eventos subsiguientes:
Antecedentes de la Reforma:Corrupción en la Iglesia Católica: Durante la Baja Edad Media, la Iglesia Católica se encontraba plagada de prácticas corruptas, como la venta de indulgencias, cargos eclesiásticos y nepotismo.
Humanismo del Renacimiento: El renacimiento del interés por las artes y las ciencias clásicas fomentó el pensamiento crítico y el cuestionamiento de la autoridad de la Iglesia.
Desarrollo de la Imprenta: La invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV permitió una difusión más rápida y amplia de las ideas.
1517 – Las 95 Tesis de Lutero:
Martín Lutero, un monje agustino y profesor de teología en Wittenberg, Alemania, publicó sus 95 Tesis el 31 de octubre de 1517. Estas tesis criticaban las prácticas de la Iglesia, especialmente la venta de indulgencias. Lutero argumentaba que la salvación se logra por la fe, no por las obras, desafiando así la enseñanza de la Iglesia Católica.
Dieta de Worms (1521): Lutero fue citado ante la Dieta de Worms, presidida por el Emperador Carlos V. Se le pidió que se retractara de sus enseñanzas, pero Lutero se negó, afirmando que solo se retractaría si se le demostraba, mediante las Escrituras, que estaba equivocado.
La Dieta de Worms de 1521 fue una asamblea imperial que tuvo lugar en la ciudad de Worms, Alemania. Fue convocada por el Emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico. Esta dieta, que es un término antiguo para referirse a una asamblea formal, es famosa en la historia por ser el lugar donde Martín Lutero defendió sus enseñanzas y escritos ante la autoridad imperial.
En la Dieta de Worms, Lutero fue llamado para retractarse de sus enseñanzas. Sin embargo, él se mantuvo firme y se negó a retractarse, a menos que se le convenciera mediante las Escrituras y la razón clara. Su famosa declaración, "Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa", aunque no está documentada textualmente en los registros de esa época, ha pasado a simbolizar su firme postura en defensa de sus convicciones.
La negativa de Lutero a retractarse llevó a que fuera excomulgado por la Iglesia Católica y declarado proscrito del Imperio, lo que significaba que cualquiera podía matarlo sin enfrentar consecuencias legales. Sin embargo, Lutero fue secuestrado por orden del Príncipe Elector Federico III de Sajonia y llevado a salvo al Castillo de Wartburg, donde continuó su trabajo, incluyendo la traducción del Nuevo Testamento al alemán.
La reforma rechazó la interpretación medieval de la Biblia, la cual era la interpretación de la Iglesia Católica.
Según la Iglesia Católica la única interpretación valida era o es la interpretación dada por la misma Iglesia Católica. Hasta ese momento la mayoría de las Biblias estaban escritas en Latín y la población era mayoritariamente analfabeta.
La reforma rechazo la necesidad de mediación de los sacerdotes entre el creyente y Dios: esto esta soportado por la misma Biblia en las siguientes palabras de Jesús en los Evangelios y diversos escritos del Nuevo Testamento.
Los pasajes en los que Jesús mismo enseña que se puede orar al Padre en su nombre se encuentran en el Evangelio de Juan. Estos textos son parte de las enseñanzas de Jesús a sus discípulos durante la Última Cena y forman una parte crucial de la teología cristiana sobre la oración y la mediación. Veamos los pasajes relevantes:
Juan 14:13-14: Jesús dice, "Y todo lo que pidáis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré." Aquí, Jesús introduce la idea de que las peticiones hechas en su nombre serán atendidas, estableciendo su rol como mediador entre los creyentes y Dios.
Juan 15:16: Jesús les dice a sus discípulos: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé." Este versículo refuerza la idea de que las oraciones deben hacerse en el nombre de Jesús, asegurando que serán escuchadas por el Padre.
Juan 16:23-24: Aquí, Jesús explica más detalladamente: "En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo." Jesús indica un cambio en la manera en que sus seguidores se relacionarán con Dios, enfatizando la importancia de pedir en su nombre.
Estos pasajes son fundamentales para comprender el concepto cristiano de Jesús como mediador entre Dios y la humanidad. El "nombre de Jesús" se convierte en una fórmula clave en la práctica de la oración cristiana, basada en la creencia en la autoridad y el poder de Jesús, y su posición única como el Hijo de Dios.
Los pasajes bíblicos que abordan el concepto de la terminación del sacerdocio tradicional israelita y la idea de que los creyentes no necesitarían sacerdotes intermediarios se encuentran principalmente en el Nuevo Testamento, específicamente en los escritos del apóstol Pablo y en la carta a los Hebreos. Estos textos reflejan la transición del sacerdocio levítico del Antiguo Testamento a la nueva concepción de Jesucristo como el sumo sacerdote y los creyentes como un sacerdocio real. Veamos algunos pasajes clave:
Hebreos 7:11-28: Este capítulo es fundamental para comprender el cambio del sacerdocio levítico al sacerdocio de Jesucristo. Se argumenta que Jesús es sacerdote según el orden de Melquisedec, un orden superior al levítico. Se explica que el sacerdocio levítico era insuficiente y temporal, y se necesitaba un sacerdocio perfecto, que se encuentra en Jesucristo.
Hebreos 8-10: Estos capítulos continúan el tema, destacando que Jesucristo es el mediador de un nuevo pacto, y su sacrificio una vez por todas reemplaza todos los sacrificios del Antiguo Testamento. En particular, Hebreos 9:15 y 10:10-12 son cruciales para entender este cambio.
1 Pedro 2:5, 9: Pedro describe a los creyentes como "piedras vivas" que están siendo edificadas como una casa espiritual para ser un sacerdocio santo, ofreciendo sacrificios espirituales aceptables a Dios a través de Jesucristo. En el versículo 9, él describe a los creyentes como "una generación escogida, un sacerdocio real". Estos pasajes reflejan la idea de que todos los creyentes tienen acceso directo a Dios sin necesidad de un intermediario humano.
Efesios 2:18: Pablo explica que tanto judíos como gentiles tienen acceso al Padre por medio de Cristo, lo que sugiere que no se necesita un sacerdocio terrenal como mediador.
1 Timoteo 2:5: Pablo afirma que hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.
Estos textos representan una transición teológica significativa en la Biblia. Mientras que el Antiguo Testamento se centra en el sacerdocio levítico y los sacrificios como medios de expiación, el Nuevo Testamento presenta a Jesús como el sumo sacerdote final y perfecto, cuyo sacrificio en la cruz elimina la necesidad de otros sacrificios y mediadores sacerdotales. Esta enseñanza es central para la doctrina cristiana de la sacerdocio de todos los creyentes.
En la Primera Epístola de Juan. Este texto, específicamente en 1 Juan 2:27, trata sobre la unción del Espíritu Santo, que enseña a los creyentes todas las cosas. Veamos el pasaje:
1 Juan 2:27: "Pero la unción que vosotros recibisteis de Él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; pero así como su unción os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no es mentira, así como os ha enseñado, permaneced en Él."
En este contexto, el apóstol Juan está hablando de la unción del Espíritu Santo, que los creyentes reciben. Según Juan, esta unción es suficiente para enseñar a los creyentes la verdad acerca de Jesucristo y su enseñanza. La idea expresada aquí es que, a través del Espíritu Santo, los creyentes tienen una fuente directa de guía espiritual y discernimiento que les permite entender la verdad de Dios.
Es importante destacar que este versículo no niega el valor de la enseñanza y la instrucción dentro de la comunidad cristiana. Más bien, se debe entender en el contexto de la preocupación de Juan por los falsos maestros y la necesidad de confiar en la guía del Espíritu Santo para discernir la verdad. La Biblia, en su conjunto, enfatiza la importancia de la enseñanza y el discipulado dentro de la comunidad de creyentes.
Reacción de la Iglesia y el Desarrollo de la Reforma:
Dieta de Worms (1521): Lutero fue citado ante la Dieta de Worms, presidida por el Emperador Carlos V. Se le pidió que se retractara de sus enseñanzas, pero Lutero se negó, afirmando que solo se retractaría si se le demostraba, mediante las Escrituras, que estaba equivocado.
Traducción de la Biblia: Lutero tradujo la Biblia del latín al alemán, lo que permitió a la gente común leer las Escrituras por sí misma, promoviendo la alfabetización y la diseminación de las ideas reformistas.
Resumen
La Reforma Protestante, un movimiento religioso que marcó profundamente la historia del cristianismo en el siglo XVI, no solo fue un fenómeno teológico impulsado por figuras como Martín Lutero, sino que también contó con el crucial respaldo de sectores adinerados y poderes políticos. Este apoyo, a menudo motivado por intereses políticos y económicos, fue fundamental para la expansión y consolidación de la Reforma. Los príncipes y nobles vieron en ella una oportunidad para afirmar su independencia frente al poder del Papado y el Sacro Imperio Romano, además de poder confiscar riquezas eclesiásticas. Así, la Reforma Protestante trascendió lo espiritual para convertirse en un factor de cambio social y político, reconfigurando el mapa religioso y político de Europa.
Resumen de las 95 tesis de Martin Lutero
Las 95 Tesis de Martín Lutero, formalmente conocidas como "Las 95 Tesis sobre el Poder y la Eficacia de las Indulgencias", fueron publicadas el 31 de octubre de 1517. Este documento es considerado uno de los catalizadores de la Reforma Protestante. A continuación, te proporciono un resumen general de sus puntos clave:
1. Crítica a las Indulgencias: Lutero cuestiona la práctica de la Iglesia Católica de vender indulgencias, que supuestamente reducían el tiempo que las almas pasaban en el purgatorio. Argumentaba que la salvación no se podía comprar, sino que era un regalo de Dios.
2. La Verdadera Penitencia: Insiste en que la penitencia verdadera no es meramente interna o externa, sino un cambio de corazón.
3. Crítica al Papado: Lutero desafía la autoridad del Papa sobre el purgatorio y cuestiona la idea de que el Papa tenía el poder de liberar las almas del purgatorio.
4. La Biblia como Autoridad Suprema: Enfatiza la importancia de la Biblia como la única fuente verdadera de enseñanzas cristianas, sobreponiéndola a la autoridad de la Iglesia.
5. El Papel de la Fe en la Salvación: Argumenta que la fe, y no las obras, es el camino hacia la salvación. Esto iba en contra de la enseñanza católica de la época, que enfatizaba las obras y las indulgencias.
6. Cuestionamiento a la Riqueza de la Iglesia: Critica la riqueza acumulada por la Iglesia y sugiere que debería usarse para ayudar a los pobres.
7. El Papel del Clero: Lutero sugiere que el clero no debe ejercer un poder absoluto sobre sus congregaciones, sino ser guías espirituales.
Las 95 Tesis representaron un desafío directo a la autoridad de la Iglesia Católica y sus prácticas de la época, desencadenando un movimiento que llevaría a importantes cambios religiosos, culturales y políticos en Europa. Lutero no buscaba inicialmente dividir la Iglesia, sino reformarla desde dentro. Sin embargo, sus ideas encontraron resistencia y eventualmente condujeron a la formación de varias denominaciones protestantes.
Las 95 tesis de Martin Lutero
Las 95 tesis de Martín Lutero
Debate acerca de la determinación del valor de las indulgencias
Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz, se discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo la presidencia del R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina en esa localidad. Por tal razón, ruega que los que no puedan estar presentes y debatir oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced penitencia...", ha querido que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.
Este término no puede entenderse en el sentido de la penitencia sacramental (es decir, de aquella relacionada con la confesión y satisfacción) que se celebra por el ministerio de los sacerdotes.
Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra exteriormente diversas mortificaciones de la carne.
En consecuencia, subsiste la pena mientras perdura el odio al propio yo (es decir, la verdadera penitencia interior), lo que significa que ella continúa hasta la entrada en el reino de los cielos.
El Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a los cánones.
El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente.
De ningún modo Dios remite la culpa a nadie, sin que al mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las cosas al sacerdote, su vicario.
Los cánones penitenciales han sido impuestos únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los moribundos basándose en los cánones.
Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia en la persona del Papa, quien en sus decretos siempre hace una excepción en caso de muerte y de necesidad.
Mal y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.
Esta cizaña, cual la de transformar la pena canónica en pena para el purgatorio, parece por cierto haber sido sembrada mientras los obispos dormían.
Antiguamente las penas canónicas no se imponían después sino antes de la absolución, como prueba de la verdadera contrición.
Los moribundos son absueltos de todas sus culpas a causa de la muerte y ya son muertos para las leyes canónicas, quedando de derecho exentos de ellas.
Una pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo, necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menor sean aquéllas.
Este temor y horror son suficientes por sí solos (por no hablar de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto que están muy cerca del horror de la desesperación.
Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre sí como la desesperación, la cuasi desesperación y la seguridad de la salvación.
Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.
Y no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras, que estas almas estén excluidas del estado de mérito o del crecimiento en la caridad.
Y tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos en su totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza ni aún en el caso de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.
Por tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de todas las penas, significa simplemente el perdón de todas ellas, sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.
En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa.
De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida.
Si a alguien se le puede conceder en todo sentido una remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse a los más perfectos, es decir, muy pocos.
Por esta razón, la mayor parte de la gente es necesariamente engañada por esa indiscriminada y jactanciosa promesa de la liberación de las penas.
El poder que el Papa tiene universalmente sobre el purgatorio, cualquier obispo o cura lo posee en particular sobre su diócesis o parroquia.
Muy bien procede el Papa al dar la remisión a las almas del purgatorio, no en virtud del poder de las llaves (que no posee), sino por vía de la intercesión.
Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.
Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la intercesión de la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios.
¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según la leyenda, aconteció con San Severino y San Pascual.
Nadie está seguro de la sinceridad de su propia contrición y mucho menos de que haya obtenido la remisión plenaria.
Cuán raro es el hombre verdaderamente penitente, tan raro como el que en verdad adquiere indulgencias; es decir, que el tal es rarísimo.
Serán eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias.
Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las indulgencias del Papa son el inestimable reconciliado con Dios.
Pues aquellas gracias de perdón sólo se refieren a las penas de la satisfacción sacramental, las cuales han sido establecidas por los hombres.
Predican una doctrina anticristiana aquellos que enseñan que no es necesaria la contrición para los que rescatan almas o confesionalia.
Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de indulgencias.
Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos los bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.
No obstante, la remisión y la participación otorgadas por el Papa no han de menospreciarse en manera alguna, porque, como ya he dicho, constituyen un anuncio de la remisión divina.
Es dificilísimo hasta para los teólogos más brillantes, ensalzar al mismo tiempo, ante el pueblo. La prodigalidad de las indulgencias y la verdad de la contrición.
La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.
Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas obras de caridad.
Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de misericordia.
Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias.
Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor; en cambio, no lo es por las indulgencias, sino a lo mas, liberado de la pena.
Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios.
Debe enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes superfluos, están obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.
Debe enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias queda librada a la propia voluntad y no constituye obligación.
Se debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el Papa tanto más necesita cuanto desea una oración ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.
Hay que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son útiles si en ellas no ponen su confianza, pero muy nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.
Debe enseñarse a los cristianos que si el Papa conociera las exacciones de los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.
Debe enseñarse a los cristianos que el Papa estaría dispuesto, como es su deber, a dar de su peculio a muchísimos de aquellos a los cuales los pregoneros de indulgencias sonsacaron el dinero aun cuando para ello tuviera que vender la basílica de San Pedro, si fuera menester.
Vana es la confianza en la salvación por medio de una carta de indulgencias, aunque el comisario y hasta el mismo Papa pusieran su misma alma como prenda.
Son enemigos de Cristo y del Papa los que, para predicar indulgencias, ordenan suspender por completo la predicación de la palabra de Dios en otras iglesias.
Oféndese a la palabra de Dios, cuando en un mismo sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias que a ella.
Ha de ser la intención del Papa que si las indulgencias (que muy poco significan) se celebran con una campana, una procesión y una ceremonia, el evangelio (que es lo más importante) deba predicarse con cien campanas, cien procesiones y cien ceremonias.
Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye las indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el pueblo de Dios.
Que en todo caso no son temporales resulta evidente por el hecho de que muchos de los pregoneros no los derrochan, sino más bien los atesoran.
Tampoco son los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos siempre obran, sin la intervención del Papa, la gracia del hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del hombre exterior.
San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres, mas hablaba usando el término en el sentido de su época.
No hablamos exageradamente si afirmamos que las llaves de la iglesia (donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese tesoro.
Esta claro, pues, que para la remisión de las penas y de los casos reservados, basta con la sola potestad del Papa.
El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.
Empero este tesoro es, con razón, muy odiado, puesto que hace que los primeros sean postreros.
En cambio, el tesoro de las indulgencias, con razón, es sumamente grato, porque hace que los postreros sean
Por ello, los tesoros del Evangelio son redes que antiguamente se usaban para pescar hombres de bienes.
Los tesoros de las indulgencias son redes que ahora capturan las riquezas de los hombres.
Las indulgencias que los predicadores anuncian como supremas, se entiende que lo son en cuanto generan ganancias.
Sin embargo, son insignificantes en comparación con la gracia de Dios y la piedad de la Cruz.
Los obispos y sacerdotes deben recibir con toda reverencia a los comisionados de indulgencias apostólicas.
Pero es aún más su deber asegurarse de que estos hombres no prediquen sus propias fantasías en lugar de lo que el Papa ha mandado.
Quien hable contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito.
Pero bendito sea quien se preocupe por los excesos y desvaríos de los predicadores de indulgencias.
Como el Papa con justicia fulmina con excomunión a quienes perjudican las indulgencias por cualquier artimaña.
Así también, condena a los que bajo el pretexto de indulgencias dañan la caridad y la verdad.
Es absurdo pensar que las indulgencias papales sean tan poderosas que puedan absolver, por decir algo imposible, a quien haya violado a la Madre de Dios.
Por el contrario, decimos que las indulgencias papales no pueden eliminar el menor de los pecados veniales en términos de culpa.
Afirmar que si San Pedro fuese hoy Papa, no podría conceder mayores gracias es blasfemo contra San Pedro y el Papa.
Sostenemos, por el contrario, que el Papa actual, como cualquier otro, tiene a su disposición gracias mayores, a saber: el Evangelio, virtudes espirituales, dones de sanación, etc., como se menciona en 1 Corintios 12.
Decir que la cruz adornada con el escudo papal es igual a la Cruz de Cristo es blasfemia.
Los obispos, sacerdotes y teólogos deben rendir cuentas por permitir que se difundan tales enseñanzas al pueblo.
Esta predicación arbitraria de indulgencias hace que, incluso para los eruditos, sea difícil mantener el respeto debido al Papa ante las calumnias o las sutiles interrogantes de los laicos.
Por ejemplo: “¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio por caridad santísima y necesidad apremiante de las almas, lo cual sería la más justa de las razones, si redime un número infinito de almas por el mísero motivo del dinero para construir la basílica?”
Igualmente: “¿Por qué continúan las misas y aniversarios por los difuntos y por qué el Papa no devuelve o permite retirar las fundaciones hechas en su beneficio, ya que no es justo orar por los redimidos?”
De la misma manera: “¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del Papa, que permite redimir a un impío y enemigo de Dios con dinero, en lugar de redimirlo por caridad gratuita a causa de su necesidad?”
Así también: “¿Por qué los cánones penitenciales, que en realidad están desuetos y muertos, se satisfacen con indulgencias como si estuvieran plenamente vigentes?”
Además: “¿Por qué el Papa, cuya riqueza hoy supera la de los más ricos, no construye la basílica de San Pedro con su propio dinero en lugar del de los pobres creyentes?”
Asimismo: “¿Qué remite el Papa y qué participación concede a aquellos que por contrición perfecta ya tienen derecho a una remisión y participación plenas?”
Igualmente: “¿Qué mayor beneficio podría hacerse a la Iglesia si el Papa, como ahora hace una vez, concediera estas remisiones y participaciones cien veces al día a cualquiera de los fieles?”
Ya que el Papa busca más la salvación de las almas que el dinero con sus indulgencias, “¿por qué suspende las cartas e indulgencias previamente concedidas, siendo igualmente eficaces?”
Reprimir estos argumentos ingeniosos de los laicos solo con la fuerza, sin refutarlos con razones, es exponer a la Iglesia y al Papa al ridículo de sus enemigos y contribuir a la desgracia de los cristianos.
Por tanto, si las indulgencias se predicaran según el espíritu y la intención del Papa, todas estas objeciones se resolverían fácilmente, o más bien, no existirían.
Alejaos, pues, todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: “Paz, paz”, y no hay paz.
Prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: “Cruz, cruz”, y no hay cruz.
Es necesario exhortar a los cristianos a seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.
Y a confiar en que entrarán en el cielo a través de muchas tribulaciones, más que por la ilusoria seguridad de la paz.
Wittenberg, 31 de octubre de 1517
Oración de Lutero
Señor Dios, me has colocado al frente de tu Iglesia. Eres consciente de mi incapacidad para llevar a cabo tan grande y difícil misión. Si intentara hacerlo sin tu ayuda, sin duda fracasaría.
Por esto te imploro. Anhelo ofrecer mi voz y preparar mi corazón para esta tarea.
Quiero enseñar a tu pueblo, pero también busco aprender constantemente y manejar tu Palabra con diligencia.
Utilízame como tu instrumento. Amado Señor, no me abandones, pues sin ti, fácilmente podría arruinarlo todo.
Amén.